«He visto el futuro del terror y su nombre es Clive Barker». Stephen King
Todorov escribe en su Introducción a la literatura fantástica que el psicoanálisis vino a sustituir a lo fantástico. Es cierto que resulta difícil creer en posesiones demoniacas cuando existen tomografías en 3D, cirugías laparoscópicasc y Prozac. Sin embargo, hay algo incluso en nosotros, criaturas cien por ciento posmodernas, que nos imanta hacia lo oscuro, lo irracional, lo fangoso.
Lo que más me gustó de estos cuentos de Barker es la capacidad que tiene para introducir lo horroroso dentro de lo cotidiano. No hay castillos abandonados ni cementerios. Sólo oficinistas viajando en metro y campus universitarios. El horror está adentro. Es una larva. La alimentamos todo el tiempo. El horror es anterior a todo.
Notaciones:
- La claridad de estilo como vehículo de lo horroroso.
- La elisión cuerpo-mente que supone la existencia de seres horrorosos (los vampiros, fantasmas y demás monstruos). Siempre que hay un desequilibrio entre estos dos (la consciencia que se empecina en seguir existiendo después de que el cuerpo desaparece o viceversa) hay ocasión para el terror. La idea de tener uno sin el otro produce terror.
- Me hizo recordar a Todorov y lo que decía sobre las metáforas que se toman literalmente en la literatura fantástica.
- Lo que tenemos bajo la piel = lo horroroso
- Lo femenino = lo horroroso
- Lo que se esconde detrás de lo visible, lo obsceno = lo horroroso
- Las pulsiones, los deseos inconfesables = lo horroroso
Extractos:
Prólogo
Me divertía provocar ese complicado conjunto de respuestas: saber que las palabras que ponía sobre la página harían que la gente se parara en seco, como la extraña belleza de mi amante estaba logrando en aquellos momentos; que se preguntaran, quizá, si la línea que separa lo que les da miedo de lo que les da placer no es mucho más delgada de lo que se imaginan.
Somos nuestros propios cementerios; nos instalamos entre las tumbas de las personas que éramos.
“El Libro de Sangre”
Los muertos tienen autopistas […] Aquí las barreras que separan una realidad de la otra se desgastan con el paso de innumerables pies.
Un libro de sangre. Un libro hecho de sangre. Un libro escrito con sangre. Mary pensó en los grimorios de piel humana muerta, los había visto, los había tocado.
“Terror”
No hay mayor placer que el terror […] Con la inevitabilidad de una lengua que vuelve a recorrer un diente dolorido, regresamos una y otra vez a nuestros miedos, nos sentamos a hablar ellos con el entusiasmo de un hombre hambriento ante un plato caliente y rebosante.
Filosofía. La verdadera filosofía es una bestia, Stephen […] Es salvaje. Muerde […] Creo que deberíamos sentirnos atacados por nuestro objeto de estudio.
No hay mayor placer que el terror. Siempre que sea el de otra persona.
Todo lo que existía en la oscuridad que rodeaba al rebaño eran los miedos que se fijaban en la inocente carne de los corderos: esperaban, pacientes como las rocas, su momento. […] De todo lo demás se podía dudar, pero el hecho objetivo del terror existía.
El terror está ahí antes de que tengamos noción de nosotros mismos como individuos. El feto doblado sobre sí mismo dentro del útero siente miedo.
Vivir la muerte de otro indirectamente era la forma más segura e inteligente de tocar a la bestia.
[…] que en el mundo había algo peor que el terror. Peor que la misma muerte. […] Había dolor sin esperanza de cura. Había vida que se negaba a terminar, mucho después de que la mente le hubiera suplicado al cuerpo que dejara de existir. Y peor aún, había sueños que se hacían realidad.
“Acontecimeinto infernal”
La cara de Voight tembló, la piel pareció arrugarse, los labios se retiraron para mostrar los dientes, los dientes se fundieron en una cera blanca que se derramó por una garganta que empezaba a transfigurarse en una columna de plata brillante. La cara ya no era humana, ni siquiera de mamífero. Se había convertido en un abanico de cuchillos y las hojas reflejaban la luz de las velas que entraba por la puerta. Cuando aquella excentricidad empezaba a asentarse, cambió de nuevo; los cuchillos se fundieron y oscurecieron, brotó vello, surgieron unos ojos y la cabeza se hinchó hasta alcanzar el tamaño de un globo. A aquella nueva cabeza le salieron antenas, a la masa en metamorfosis le aparecieron mandíbulas y la cabeza de una abeja, enorme y perfectamente elaborada, apareció sobre el cuello de Voight.
“Jacqueline Ess”
Pensó: Sé una mujer. Simplemente, mientras pensaba aquella idea ridícula, ésta comenzó a tomar forma. No fue una transformación de cuento de hadas, lamentablemente: su carne se resistía a la magia. Ella deseó que su pecho viril engendrara pechos de mujer, y empezó a hincharse atractivamente hasta que la piel estalló y el esternón voló en pedazos. La pelvis, atormentada hasta el límite de su resistencia, se fracturó por el centro; desequilibrado, se cayó sobre el escritorio y la miró desde allí, con la cara amarilla por el trauma. Se lamió los labios, una y otra vez, intentando encontrar alguna humedad que le permitiera hablar. Tenía la boca seca, las palabras nacieron muertas. Todo el ruido salía del espacio entre sus piernas; el chapoteo de la sangre; el golpe sordo de sus intestinos sobre la alfombra […] Ella gritó al ver la absurda monstruosidad que había creado […]
Pensó de nuevo en Vassi; y el lago, al pensar en él, se rizó como en una tempestad. Sus pechos se agitaron hasta ser montañas rizadas, mareas extraordinarias le circulaban por el vientre, las corrientes le cruzaban una y otra vez aquella cara parpadeante, rompiéndose en sus labios y dejando una marca como olas sobre la arena. Como ella era líquida en la memoria de Vassi, se licuó al pensar en él.