Una antología bilingüe

 

Screen Shot 2017-05-13 at 12.41.57 PM.png

¡La antología que comparto con Alberto Chimal, Érika Mergruen, Isaí Moreno, Yuri Herrera y Lorea Canales ya existe! Fue editada por Nagari, una editorial de Miami, y una parte del precio de cada libro será donado a una ONG mexicana dedicada a la defensa de los derechos humanos.

El cuento con el que participo resultó finalista del 2º Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila y es mi primer relato publicado en inglés.

Se puede comprar aquí.

Preguntas en torno a la otredad

 

portada

En 2006 pasé el verano en España con el primer hombre al que amé. Nuestra relación estaba muriendo. Peleábamos casi tanto como salíamos de juerga. Una noche mientras dormía, una palomilla se posó en mi boca y al manotearla me impregnó los labios de un polvo oscuro. No logré conciliar el sueño sino hasta que salió el sol. A partir de entonces comencé a dormir de día, un poco empujada por el miedo a las palomillas que infestaban Salamanca, pero mucho más por las peleas y las juergas a las que nos entregábamos ese hombre y yo cada noche. En la oscuridad, él y yo nos convertíamos en monstruos.

Así nació «Salmanta» -mi primer cuento-, de preguntarme qué es lo que detona la otredad. Creo que esa es la pregunta que recorre mi libro. Sin embargo, las respuestas a las que llegan mis personajes son dispares: la locura, la subyugación, la soledad, la entropía… Lo único cierto para todos ellos es que la otredad es subyacente. Late en todo. Es el corazón delator.

Estos catorce cuentos hablan de esa inminencia: lo que nos separa de ser otr@s es apenas una pared falsa lista para ceder.

Esa membrana finísima se encuentra en las librerías de Educal y también se puede comprar en línea aquí.

 

Britto García viaja a Las Indias

El siguiente es un cuento de Luis Britto García (1940, Caracas).

 

Image

Viaje por Las Indias

E adentrándonos en Tierra Firme por jardines, fallamos homes que el su natural es volar, como los pájaros. E los hay homes arbóreos, que florecen e frutecen e comen de sus propias semillas. E haylos otros que se tornan en las cosas que quieren, e son árboles e son rocas e son ríos y nubes. E otros los hay que el solo alimento que tienen es sus propias vísceras. E los hay de otra traza que todos los de un pueblo son un mismo home y es como si uno solo viviera en distintos lugares a un tiempo. E viven por allí otros que un solo home es muchedumbre de homes distintos. E haylos que remontan el tiempo e son sus propios padres y sus propias madres. E los hay que son de órganos y miembros dispersos y sueltos, que según su capricho y menester agrúpanse e disuélvense en toda suerte de quimeras. E haylo uno que él es al mismo tiempo el home y el mundo en el que aquél vive. E haylos que, asustados, escóndense dentro de su propio cuerpo y no hay manera de hallarlos. E las hay mugeres que son una selva y toda ella llena de los órganos propios, al modo que los viajeros, donde quieren, copulan. E los hay homes que son estrellas fugaces e en las noches de la canícula facen danza en los cielos. E homes los hay de un pueblo, donde el uno huele, el otro ronca, el otro come, el otro orina, e entre todos por partes facen las funciones completas de un solo home. E los hay como topacios, que en su fulgor se mellan las alabardas. E haylos que su vida entera dura un latido. E haylos que un sospiro suyo dura milenios. E haylos tan grandes que sus miembros figúransenos Tierra Firme. E tan pequeños que no son discernibles. E homes haylos también que son siempre olvidados una vez vistos. E haylos que toman la forma del que los mira. E haylos que son su propia sombra. E haylos que su raza tiene diez géneros de sexos, e ayuntan entre todos. E los hay que son sólo palabras e viven cuando las repetimos. E haylos también que son sólo imágenes e existen cuando las recordamos. E los hay que son idénticos a los que fuimos. E haylos que son los que seremos. E otros que son y han sido siempre cadáveres. E los hay de tal hechura, que no hay palabra para referirlos. E haylos de condiciones tales, que de nadie es creída su existencia. E otros hay, que son sólo un aroma. E haylos, que son manchas de luz. E los hay estotros, que son tachones de sombra. E encontramos homes que eran un gran sexo, e vivían dentro de una muger que era sólo una gran funda. E haylos otros que son sólo órganos de los sentidos. E haylos con sentidos configurados de tal forma, que por ellos sólo conocen el deleite. E haylos que son sólo una melodía. E por horror de la maravilla, matámoslos todos.

De la imaginación y otros octópodos

Alguien dejó la llave abierta y la imaginación se salió de la tina, inundó el baño, se filtró al departamento de abajo y ya cae a gotas sobre el periódico del vecino. Eso es lo que pasa con este libro, hay una especie de desbordamiento fantástico en sus páginas.  En un cuento uno de sus personajes le dice a su novia que su vagina tiene forma de virgen, en otro los ancianos de mundo viajan al centro de la Tierra para liberar a los niños que fueron y que viven encerrados en una esfera de cristal. Aparece una camada de perritos que perdonarán a su asesino por el resto de la eternidad, un duende, varias sirenas y hasta Dios (en su faceta más sádica, por cierto).

Los cuentos que más me gustaron fueron los minimalistas. Los que desarrollan un solo elemento y lo llevan a lo fantástico. “Las entrañas de las legiones” y “El final de la novela” son dos buenos ejemplos. Lo fantástico irrumpe al final de forma orgánica. El acto de laminar un hígado se equipara al acto de leer en el primero, mientras que el segundo es una serpiente que se muerde la cola, me recordó a “Continuidad de los parques” de Cortázar.

Aquí,  la imaginación se convierte en un pulpo que con un tentáculo te acaricia, con otro te pica la campanilla, con otro más te apresa el cuello y con los restantes te hace cosas tan diferentes que no sabes decir si te está gustando o aterrorizando.

Me gustan los libros como éste, cargados de imaginación. Me hacen pensar en porqué se escriben otros despoblados de ella.

Transcribí uno de los cuentos que más me gustaron. Lo comparto.

 

El pueblo del puerto

Luego del tsunami, en el pueblo del puerto hay sirenas peinándose en las bañeras, otras nadan en el fondo de los vasos de tequila, los conductores las ven reflejadas en los espejos retrovisores, las amas de casa las encuentran al abrir una lata de sardinas, en la radio la cumbia se interrumpe y se escucha el enigma de sus cantos, los niños las descubren jugando escondidillas, el párroco asegura que en las noches de lluvia un ejército de ellas va a la iglesia y seduce a los ángeles.

Luego del tsunami, el pueblo del puerto quedó sumergido, y a las sirenas les aterra que los fantasmas humanos persistan bajo el mar. 

Felisberto Hernández: voltear hacia adentro

Mirar hacia adentro. Usar el caleidoscopio, el microscopio, el catalejo. Voltear los ojos. Otearse.

¿De dónde viene Felisberto? ¿De qué música?

De dentro.

Ningún furor externo. Ninguna distorsión ajena.

Un autor resulta original por eso. Porque la música que viene de adentro es más fuerte que el ruido exterior. Lo mismo pasa con Francisco Tario. Autores raros.

Si no lo han leído corran a hacerlo. «Nadie encendía las lámparas» es uno de sus mejores cuentos. En el blog El Jinete Insomne hay dos cuentos suyos muy breves y palabras de Cortázar y Calvino sobre su obra.

Por el momento, les dejo extractos de «El caballo perdido», un cuento sobre los recuerdos de la infancia.

…pronto era la noche. Pero las ventanas no la habían visto entrar: se habían quedado distraídas contemplando hasta el último momento, la claridad del cielo.

…la imaginación, como un insecto de la noche, ha salido de la sala para recordar los gustos del verano y ha volado distancias que ni el vértigo ni la noche conocen.

…con un pedazo de mí mismo he formado el centinela que hace la guardia a mis recuerdos y a mis pensamientos, pero al mismo tiempo yo debo vigilar al centinela para que no se entretenga con el relato de los recuerdos y se duerma.

Y fue en las horas de aquel anochecer, al darme cuenta de que ya no podía tener acceso a la ceremonia de las estirpes que vivían bajo el mismo cielo de inocencia, cuando empecé a ser otro.

Solamente me había quedado la costumbre de dar pasos y de mirar cómo llegaban los pensamientos: eran como animales que tenían la costumbre de venir a beber a un lugar donde ya no había más agua.

Instrucciones: lea y relea, deje que las palabras retumben en su cabeza hasta conseguir una novela

 

 

Una reseña que hice sobre 83 novelas, libro de minificciones de Alberto Chimal.

Clic en la imagen para seguir leyendo.

Espejo, laberinto y espiral: El mundo de Borges

Mi admiración por un@ escritor@ nace, casi siempre, de reconocer que nunca podré escribir como él/ella.

Ese es el caso con Jorge Luis Borges. Siento su escritura lejanísima a la mía. Creo que por eso me atrae tanto. Ficciones, es quizá, entre sus libros de cuentos, mi favorito.

Aquí los cuentos siempre narran dos historias: la visible, es decir, la falsa y la invisible o verdadera.

El espejo es central en su obra. Lo utiliza para hablar de la dualidad que coexiste en el universo, del desdoblamiento de una sola cosa en mitades opuestas: «El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo» dice el narrador en “Tres versiones de Judas”.

Algo parecido sucede con el laberinto: representa el pensamiento, la memoria (infinita y ociosa como la de Funes), el tiempo (bifurcado y rizomático como lo entendió Ts’ui Pen) y  la creación misma. En el laberinto de Borges la única salida es la muerte, así lo entiende el protagonista de “El milagro secreto”, cuya existencia se congela un segundo antes de su muerte en el paredón sólo para que logre terminar la pieza teatral que escribía antes de ser ejecutado: «A veces anhelaba con impaciencia la definitiva descarga, que lo redimiría, mal o bien, de su vana tarea de imaginar».

La espiral, por su parte, habla de la proclividad del hombre a repetir su historia, de la circularidad del tiempo. Está presente en “Pierre Menard, autor del Quijote” cuando el narrador asegura que «Componer el Quijote a principios del siglo diecisiete era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; a principios del veinte, es casi imposible». Existe también en «El jardín de los senderos que se bifurcan» en el momento que Yu Tsun decide matar a un hombre de apellido Albert para comunicar al jefe que el arsenal del enemigo se encuentra oculto en una ciudad francesa de ese nombre: «El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado».

La idea de existencia como un delirio circular recuerda invariablemente a Nietzsche y a su eterno retorno. En «El milagro secreto» se habla así de la vindicación de la eternidad: «no es infinita la cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta una sola ‘repetición’ para demostrar que el tiempo es una falacia…»

En estos ejes se mueve el mundo de Ficciones. Las obsesiones de Borges se convierten en andamios, en hilos que tejen esta serie de cuentos fractales.

José Revueltas: Cuentos desde el fondo de un pozo

Después de leer La palabra sagrada, una compilación de cuentos de José Revueltas, me quedo con la impresión de que realmente no lo leí yo, sino que alguien me lo leyó en voz muy baja; que lo escuché sumergida en una oscuridad húmeda, desde el fondo de un pozo.

En estos doce cuentos escritos a lo largo de treinta años, lo revueltiano está en el oxímoron. El amor es siempre espantoso, la muerte es una ternura silenciosa y las putas casi no lo son.

El uso de los adjetivos es  contrapuntístico. Lo sagrado y lo sucio coexisten en armonía. Por medio de la oposición adjetival, Revueltas logra enrarecer el ambiente de sus cuentos para volverlos hermosos y atroces al mismo tiempo. Por eso ahí, cuando escucho que en el cuento hay luz y espero que alguien me lance una cuerda, aparece una niña muerta que cuelga de un lazo negro, tan negro como un buitre.

Para Revueltas, contar implica perderse. Así lo dice en el cuento «Hegel y yo»:

Hegel sonríe, pues cuando opongo alguna objeción a la oscuridad de sus ideas y lo contradictorio de sus términos. Replica que no hay una sola idea verdadera que no sea oscura, ni una sola palabra, tampoco que pueda tener un sentido único, todo depende del tiempo y la colocación: de lo que se comprometan a decir y a suscitar las palabras y las ideas. Para él, el lenguaje es un rodeo, un extravío pernicioso.

En La palabra sagrada ninguno de sus personajes se salva, todos se quedan apandados, revolcándose en su propio luto humano. El Dios de Revueltas es un Dios sordo y terrible. En «Sinfonía pastoral» durante una de las acostumbradas digresiones del narrador, este punto resulta evidente:

La tierra entera no había sido desde el principio sino una inmensa cámara helada, un refrigerador de Dios, donde morían todos de asfixia y de frío.

Quiero pensar que la próxima vez será diferente, que estaré preparada para bajar a este pozo donde viven las letras de José Revueltas, pero sé que eso es mentira, que una vez ahí, volveré a arañar las paredes enlamadas, a tratar de mantenerme a flote, a esperar inútilmente que alguien me aviente una cuerda.

Sueñerías de Shua

Para Raquel Castro, que me regaló un libro con el que soñaba incluso antes de leerlo.

La minificción tiene mucho en común con los sueños. Ambos son fractales, intertextuales y, muchas veces, indescifrables. En La sueñera, Ana María Shua hace confluir a estos dos mundos. De esta unión nacen 250 narraciones breves que juegan con lo onírico, el humor, las referencias a otros textos y la metaliteratura.

La sueñera me recordó de qué están hechos muchos de los cuentos que más me gustan. Este librito hay que leerlo en la noche, ya dentro de la cama, bajo la luz de una lamparita de mano para que el sueño se mezcle con las letras y las historias acaben de cuajar ya lejos de la vigilia.

Sin más, los dejo con mis sueñerías favoritas.

36.       La Comisión de Pesadillas se reúne todos los jueves a las seis de la tarde. El presidente habla siempre de sus problemas personales. El secretario hace, por lo general, una moción de orden. Una secretaria toma notas taquigráficas que traerá mecanografiadas a la sesión siguiente. Los miembros de la Comisión de Pesadillas toman mucho café y nunca se ponen de acuerdo. Entretanto, llega la noche, nada se ha decidido, se opta por volver a utilizar el material de siempre y se pospone para el jueves siguiente todo ordenamiento, toda renovación. Se duermen así, apoltronados en mis neuronas. Con funcionarios tan poco eficientes, no es extraño que mis pesadillas sean caóticas, repetidas, terribles.

48.       Los calamares no me atemorizan. En señal de amistad, trenzo y destrenzo sus tentáculos. Después de todo, soy casi una de ellos: yo también sé jugar a esconderme con nubes de tinta.

70.       Con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separa las mandíbulas y desnuda los colmillos amarillos. Un curioso zumbido perfora el aire. El hombre lobo tiene miedo. El dentista también.

84.       Si sueñas conmigo, lo lamento: soy una verdadera pesadilla.

123.     Desgracia del suicida: dar un salto al vacío en el preciso instante en que empieza a llenarse, a llenarse sin prisa y sin remedio.

171.      Mi hija usa la misma palabra para llamar a los pies, a los pájaros y a los ombligos. Esto es un pie, hija mía, y no un pájaro, la corrijo con severidad, tomando entre mis manos uno de sus piececitos tibios, palpitantes, alados y cubiertos de plumas.

188.     Qué pensarás ahora de mí, comento mientras vuelvo a ponerme lentamente la ropa. Y aunque no me conteste nada, yo sé bien cómo interpretar esa sonrisa irónica en la boca enorme, desdentada, de mi bañadera.

205.     Le cuento a un amigo un sueño en el que él interviene. Vas a tener que explicarme el final, me dice, como si los sueños lo tuvieran, como si pudiera estar segura de que ha terminado.