(encontré esto que escribí en enero de 2013)
Estoy cruzando el Adirondack en tren, de regreso a Nueva York desde Montreal.
Este animal metálico se desliza por el campo nevado como un balín al que no se le pone ninguna resistencia. Canta con voces salidas desde el fondo de un abismo. Plegarias seculares, acuáticas, cetáceas. ¿A qué dios le cantan? ¿sobre qué misal pasan sus dedos? Kawabata escribe sobre bellas durmientes en cuartos de terciopelo y yo soy el viejo Eguchi. Estas rocas sepultadas por nieve son ellas. Sus pieles igual de blancas reflejando ya no el terciopelo rojo sino mi muerte como un hueso pulido.
Escribir siempre sobre este tren. Aquí no hay tiempo para atorarse en un solo pensamiento. Hay que moverse rápido. De un árbol a otro, de un cuervo a otro. Prohibido rumiar. Prohibido paralizarse.