Recoger agua de los muros

Va un poema de Fabio Morábito, un mexicano que nació en Egipto, sueña en italiano y escribe en español. Hoy que las letras se niegan a bajar, a dejarse decir en ese idioma en el que se escriben los cuentos, me viene bien un texto así.

Puesto que escribo en una lengua
que aprendí,
tengo que despertar
cuando los otros duermen.
Escribo como quien recoge agua
de los muros,
me inspira el primer sol
de las paredes.
Despierto antes que todos,
pero en alto.
Escribo antes de que amanezca,
cuando soy casi el único despierto
y puedo equivocarme
en una lengua que aprendí.
Verso tras verso
busco la prosa de este idioma
que no es mío.
No busco su poesía,
sino bajar del piso alto
en que amanezco.
Verso tras verso busco,
mientras otros duermen,
adelantarme a la lección del día.
Oigo el rugido de la bomba
que sube el agua a los tinacos
y mientras sube el agua
y el edificio se humedece,
desconecto el otro idioma
que en el sueño
entró en mis sueños,
y mientras el agua sube,
desciendo verso a verso como quien
recoge idioma de los muros
y llego tan abajo a veces,
tan hermoso,
que puedo permitirme,
como un lujo,
algún recuerdo.

De Alguien de lava, editado por Era.

La poesía es un pesero que va atascado

Hace unos meses, tomé un taller de poesía con Luigi Amara (poeta, ensayista y fundador de Tumbona Ediciones) en el Claustro de Sor Juana. Una de mis tareas fue escribir mi ars poética, es decir, las reglas del juego de mis poemas, en qué creo, con qué quiero romper, de qué poetas me agarro y de cuáles me separo.

Quería hacer algo divertido como lo de Oliverio Girondo y satírico como lo de Nicanor Parra. En el camino de regreso del Centro Histórico a mi casa, empecé a pensar en los poetas que he leído, y tuve una visión extrañisima:

Octavio Paz iba al volante de un microbús lleno hasta el tope de poetas. El Premio Nobel mexicano tocaba el claxon y les decía a los apretujados bardos que se recorrieran. Mientras tanto, Sor Juana gritaba las paradas desde la puerta, Bukowski jetonsísimo profería tremendos ronquidos desde su rincón, Pessoa y sus heterónimos venían con bultos y aperraban casi todos los asientos, Rosario Castellanos contaba su cambio y se tapaba el escote, Oliverio Girondo trataba sin éxito de abrir una ventana y López Velarde le decía a Sabines que si le pasaba lo de su pasaje al chofer. Walt Whitman, Li Po, Baudelaire, García Lorca, Rimbaud, Emily Dickinson y Paul Celan corrían con similar suerte.

Y así, en medio de tremendo despapaye, escribí estos mandamientos.

 

Decálogo

Amarás a Pound sobre todas las cosas.

No tomarás el nombre de Paz en vano.

Santificarás el ritmo.

Honrarás a Quevedo y a Sor Juana.

No rimarás.

No juntarás dos octosílabos.

No plagiarás.

No ganarás concursos ni becas.

No consentirás pensamientos impuros como publicar o que tus libros se vendan.

No codiciarás los versos ajenos.

Un animal desconocido

Hoy abriste tu boca de camello y me diste un beso salivoso que al secarse me dejó los labios acartonados. Los presiono uno con otro y siento cómo se agrieta la piel, se rompe y me deja ese dolor pequeño.

***

Siempre que te vas pienso en lo último que te dije. Por si te mueres y hay que recordarlo.

***

Escondí una carta entre tus cosas que hablaba de la duda como una puta enorme que salta de cama en cama y se deja fecundar. No la has encontrado o no sé si no quieres hablar de ella.

***

Te doy de comer como a un animal desconocido. Llevo yogures y pedazos de queso a tu estudio, dejo todo sobre tu escritorio. Regreso y no has comido nada. Señalo con el dedo el plato y sueltas un gruñido. ¿De qué te alimentas entonces?

***

Aquí los plátanos tienen ciclos. Los primeros días son tuyos. Te los comes casi verdes, les rompes algo y truenan y se abren. Salen limpios. Desaparecen en cuatro mordidas.

Yo me espero hasta que ya no te los comas. Entonces actúo, los pelo con cuidado, están llenos de fibras, les quito las partes negras y los rebano para comerlos con cereal. Los veo en la leche, muertos, zombies flotantes.

***

Cada mes pienso que me falla la pastilla. Entonces me hurgo con el dedo más largo para ver si la sangre está ahí. Siempre está.

***

¿Qué es lo que me arrastra aquí? Aquí a las 3:31 a.m. Es la certidumbre de que algo se está rompiendo. Como si tuviera un sismógrafo integrado.

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Te me antojas laberinto. Estudio tus mensajes con precisión lacaniana. Dudo con religiosidad.

Entre sueños veo que Lolita se convierte en una mariposa enorme. Duermo boca abajo. Tal vez protejo unas alas negras, un cuerpo de ninfa, que no son míos.

La duda es un resorte que me sienta en la cama: ¿Dónde estuviste?

***

¿Qué haces antes de que yo despierte?

Creo verte sentado ante nuestra mesa recién llegada. Tu reflejo quieto sobre el vidrio. Lo único que se mueve es un mar escarlata que nace de tus muñecas y que se expande hasta mojar el frutero de Alessi y el exprimidor de cítricos de Philippe Starck. Tenías razón, poner la cocina roja fue una buena idea.

***

FYI: Algo oscuro (tal vez la demencia) me espera entre el escusado y el lavamanos.

Lo que hacen las niñas

Es hora-murciélago, bati-hora. Es hora de que esos bichos con alas salgan de las tuberías y coman niñas. Es hora de que te espantes porque eres niña, niña de tercero «C», y eso es lo que hacen las niñas: se espantan, sacan ochos, se ríen, no juegan a las traes (o sí), pierden dientes, se enchinan las pestañas con cucharas (o no), se sienten guapas, se sienten feas, se sienten con dolor de panza por las papás con chile, se enamoran de niños (o de niñas), desarrollan pechos, desarrollan complejos (a veces éstos dependen de los pechos), no saben que tienen bigote, alguien les dice que lo tienen (o no), hacen heptágonos con cartulina, hacen muina.

Entonces se vale que te espantes porque te dijeron que los murciélagos chupaban sangre-comían niñas. Se vale que si uno entra en la cocina, grites, lo agarres a escobazos, le eches cloro, veas si se mueve y se lo enseñes a tu papá para corroborar que está muerto.

Pero también se vale verlos salir y no comer niñas, sino mosquitos. También se vale que te aprendas palabras como insectívoros o frugívoros o nectarívoros. Y también se vale que dejes la ventana abierta.

Huidobrando


Las palabras huidobranas huidobradas
quedan confusas
osaraña            mitralonga            matrisola
juegan a jalar la cuerda
ellas son la cuerda
la perdedora no cae al lodo——–es desgarrada por el tirón
y se exhiben sus entrañas.

*La imagen es obra de Der-Metzgermeister91