Piazolla #EnElCentro

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¿Quién hubiera dicho que el tango de Piazolla se escucharía tan en casa cobijado por los murales de Diego Rivera? Quizá se deba a que ambos vieron ese inconmensurable  lienzo/pentagrama que es la vida —salpicado a menudo de dolor, pero también de júbilo— y supieron plasmarlo en sus obras.

En el Anfiteatro Simón Bolívar de San Ildefonso las notas del piano, el violín, el bandoneón y el contrabajo retumbaron sobre La creación (1922)el primer mural que Rivera pintó en su vida, y crearon una especie de comunión entre el tango y el muralismo mexicano.

Los hierofantes —maestros encargados de iniciarnos en la recóndita sensibilidad de la obra de Piazolla— fueron Marcelo Rebuffi (violín), Omar Massa (bandoneón), Gerardo Scaglione (contrabajo) y Lorena Eckell (piano), integrantes de Quatrotango. Este ensamble ha sido reconocido en su natal Argentina por su versatilidad y sobre todo por ser dignos herederos de la tradición tanguística.

Interpretaron algunas piezas de Quatrotango plays Piazolla, su más reciente álbum, pero también tocaron composiciones propias.

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Sentada ahí descubrí que el tango es música para verse, sobre todo si es en vivo. El piano y el violín, tan sobrios en otros compositores, se convierten en animales indómitos con Piazolla: se lamentan, se enfurecen, pierden los estribos. El bandoneón es agua en fuga constante. La labor de su intérprete es dejarlo correr y contenerlo al mismo tiempo. El bajo es una fiera con el pie atorado en una trampa. Se sacude para soltarse y no lo logra. Su intérprete tiene que mantenerlo a raya.

El tango es un circo alucinante, un wunderkammer, un resorte que te obliga a pararte de tu asiento y a aplaudir hasta que se te enrojezcan las manos.

 

*Este primer encuentro con el tango en vivo tengo que agradecerlo a #EnElCentro, un proyecto de difusión cultural enraizado en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Lo pueden encontrar en Facebook y en su cuenta de Twitter @enelcentrodf.